Hace justo una semana estaba en Sevilla, a punto de cenar en el Real Alcázar para celebrar la entrega del premio Fernando Lara 2025. Y como una no está allí todos los días, vengo a contarte desde dentro cómo fue.

Primer paso: la llamada.
Nunca jamás he odiado tanto recibir llamadas de spam día sí y día también como lo odié el lunes pasado. Cuando a las doce del mediodía me llama un número larguísimo que no conozco, por supuesto lo primero que pienso es que es alguien intentando timarme. Y no los cojo, ya no, porque no me sale rentable tener cuidado de las palabras que digo por si me están intentando coger la voz para una IA. El caso, no lo cogí. Me llamaron de nuevo como una hora y media más tarde, y esta vez sí respondí, con un poco de respeto, la verdad.
El mundo se me tambaleó un poco cuando se me presentó una mujer que llamaba desde Grupo Planeta para decirme que había quedado finalista en el premio Fernando Lara 2025 y como tal me invitaban a la entrega de premios el jueves (sí, tres días más tarde) en el Real Alcázar de Sevilla. Puse tal cara que mi marido se preocupó con la llamada.
Segundo paso: el viaje.
Ir de Cartagena a Sevilla en tres días y buscar alojamiento no es fácil. Los billetes de avión estaban por las nubes, los hospedajes casi que también. Pero, siendo sincera, era una experiencia única, jamás había estado en un evento como ese y a lo mejor jamás vuelvo a estarlo.
Y por eso en cuestión de 48 horas mi marido y yo nos hicimos más de diez horas de coche. El calor de Sevilla fue abrumador en cuanto pusimos un pie en la ciudad. Pasó de ser mayo a ser agosto.
Tercer paso: la gala.
Salir un jueves por las calles de Sevilla vestidos de gala fue un poco… cantoso. La gente se quedaba mirando, con motivos, supongo.

La gala se celebraba dentro del Alcázar. Era fácil de seguir; la multitud de gente lo revelaba. Conforme entramos me pidieron mi nombre y me entregaron un sobre con la invitación formal a la cena, que aún conservo. En el primer patio fue el cóctel, donde el calor sevillano y el humano convivieron malamente y en el momento en el que encontrabas un sitio con un poco de brisa no te atrevías a dejarlo ir.
La comida del cóctel fue deliciosa, no nos vamos a engañar. No hablé con nadie más que con mi marido hasta llegada la cena como tal, llegados a la mesa. Allí, los asistentes teníamos algo en común: éramos los finalistas.
Concretamente, éramos los finalistas que íbamos con nuestro nombre y apellido al concurso. Así que pude conocer a Luis Salvago, Teresa Candal, José Ignacio Díaz Lucas, Natividad Fuster Blanco y Daniel Sánchez Ruiz. Hicieron la velada de lo más entretenida, hablando de nuestros libros, de nuestras vidas fuera de la literatura y haciendo bromas.
Lo que ninguno sabíamos era que durante la cena los diez finalistas iban a ir reduciéndose progresivamente hasta llegar a los dos que se ven en la retransmisión del final. De vez en cuando, el presentador de la gala se pasaba por el escenario, pedía un poco de atención y nombraba las novelas y autores que pasaban a la siguiente fase. En la primera, hubo cinco novelas eliminadas. La mía la retiraron en la antepenúltima votación, ¡así que quedó cuarta! Además, durante la cena también nos regalaron un libro a cada uno: podíamos elegir entre romance y ciencia ficción, pero como yo fui con mi marido nos terminamos llevando uno cada uno.
No tuvimos el placer de conocer al ganador antes del veredicto, ya que él estaba sentado en otra mesa. Después de su discurso, la cena se dio por concluida y los finalistas que quedábamos en la mesa subimos al escenario a sacarnos una foto juntos.

Resumen de la noche.
La verdad es que me lo pasé muy bien. Que El don de Gabriela haya llegado cuarta de entre más de 1116 novelas presentadas es un logro que no pensé jamás que podría llegar a ocurrir y por él me siento orgullosa y contenta. Ahora, sinceramente, espero que pueda tener una oportunidad de salir al mercado y que la podáis conocer en algún momento.
Y, sinceramente, si nadie le da dicha oportunidad, seré yo quien apueste por ella.
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