¿Qué es un tropo, en qué se diferencia de un cliché y cuáles encontramos dentro de la fantasía?

Realmente, si buscamos el concepto de «tropo» en internet, nos salen bastantes artículos que parecen una página de nuestro libro de lengua de segundo de la E.S.O. Y, técnicamente hablando con la definición de la R.A.E en la mano, así es. Pero nadie habla de «tropos de fantasía» y se le viene a la mente una metáfora.
Los tropos.
La verdad es que desconozco si el término del que lo cogemos prestado, el famoso trope anglosajón, viene de otra parte o si simplemente el paso del tiempo le ha dado un nuevo significado. Actualmente, cuando hablamos de esos tropes nos referimos a otra cosa. Los tropos nos dan información sobre la novela con pocas palabras: el elegido, la profecía, el novato suertudo… En romance quizá hay alguno más específico, como relación falsa, solo hay una cama o «el mejor amigo de mi hermano».
Me da la sensación de que en fantasía son tan comunes que ya se han hecho parte de la mayoría de las historias. Muchos, son un cliché.
Los clichés.
Los clichés son los tropos más trillados: protagonista huérfano (o con padres ausentes), el anciano sabio, ambientación medieval… No son malos, tampoco buenos, lo único que hay que tener en cuenta es que, al estar más trillados, son más predecibles. Es probable que el anciano sabio, a quien el protagonista tenía muchísimo cariño por todas sus enseñanzas, acabe muriendo.
¿Y a mí de qué me sirve?
Los tropos nos ayudan a atraer el público objetivo de nuestra novela; como lectores, nos permite identificar mejor qué esperarnos en la novela que vamos a leer. Es lo que se hizo durante un tiempo y se conoció como #promocringe. Voy a coger este ejemplo que hizo en 2022 Estefanía, que lee este blog y a quien a lo mejor no le importe que la tome prestada:
Los tropos en fantasía nos hablan tanto del protagonista (antihéroe, maldito, heredero, heredero secreto), como del lugar (castillos, bosques encantados, tabernas, escuelas de magia) y de todo lo relacionado con el mundo y el argumento (profecía, magia, criaturas mágicas, varitas, pociones, acertijos por resolver…).
Con los tropos resulta mucho más sencillo encontrar algo en común en los libros e identificar qué es lo que te gusta de ellos. A nivel de escritura, también es más fácil darles la vuelta. Por ejemplo, si las tabernas ya están muy vistas, a lo mejor lo que se necesita es una orco que monte una cafetería, y con eso tenemos:

Si normalmente la magia tiene un precio que pagar, ¿qué pasaría si el problema fuera la ciencia y si la tecnología hubiese quedado más que anticuada?

Si las brujas normalmente se mantienen ocultas y en secreto, ¿cómo serían sus vidas si se pudieran dedicar abiertamente a ayudar a los demás?

Ni los tropos ni los clichés son entes malignos que debamos evitar a toda costa; de hecho, mi opinión personal es que debemos conocerlos, porque eso nos permitirá usarlos mejor. Son herramientas, al fin y al cabo. Y para conocerlos es inevitable leer mucho del género que queramos escribir. Si quiero escribir sobre un protagonista que se acaba corrompiendo sin saber que es un tropo, creyéndome la persona más lista del mundo, puedo quedar bastante mal. En cambio, si sé cómo lo han hecho otros antes que yo, puedo pensar qué hacer diferente para que el lector no se espere por dónde voy a ir.


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